miércoles, 15 de septiembre de 2010

160. Escoge a tus víctimas.

Escoge a tus
_____Víctimas...

Y tecleando a la mayor velocidad que le permitían sus pulgares, Daisy se encontraba apoltronada en el rincón del sillón familiar, color azul marino.
Oía los murmullos lejanos de su madre, quejándose de un acto del pasado -como siempre- y pidiendo su "opinión" -claro que esta "opinión" debía estar de su lado- hasta que la señora se dio cuenta del mínimo caso que le hacía su hija y se retiró profiriendo una maldición en tono de burla y sarcasmo.

Platicaba en línea con cinco personas. Cuatro de ellas eran personas huecas: de ésos que sus conocimientos no alcanzaban profundidad. De los que hablan sólo de ropa de marca, fútbol cuando hubo algún partido reciente o de noticias de último momento un tanto comunistas... como futuros planes para el puente que recién se alzaba en el horizonte. La excepción tenía sus ratos de inteligencia, respondía al nombre de Aldo.

A: Hola, mucho tiempo sin vernos, ¿huh?
D: En efecto... pero ¿qué se le va a hacer?
Ya no estás con nosotros... tuviste que irte.
A: Es de las cosas que más he lamentado.
D: ¿Ya has hecho nuevos amigos?
A: No muchos... y ahorita, recién comenzando
el tercer año de prepa, pues no es fácil...
Todos están en "su mundo"
Es difícil viniendo de otro lugar.
Aunque te he de decir que muchos y muchas
muestran una curiosidad especial.
Entre tanta gente de color blanco y con ojos
claros se preguntan por el de ojos almendrados.
Muchos rumores escucho a mis espalda.
A veces hasta risas mal fundamentadas.
D: Pienso que es sólo cuestión de tiempo para
que te acostumbres a otro país... y que el país
entero se acostumbre a ti.
A: Supongo que sí.
Algún día de éstos sólo yo sabré que hacer.
Y acudirán a mí.
D: Sí, cosas de plomería.
Jajajajaja, no te creas.
A: Muy graciosa... pero acéptalo, estamos ya en
el siglo XXI. Ya no hay tanto racismo.
D: Pero tú eres discriminable. Digamos que literalmente
eres el punto negro en la hoja de papel. El punto
negro que alguien como yo notaría.
A: Pero no todos son tan perfeccionistas como tú.
D: Pero la mayoría de los que te rodean poseen ojos
que distinguen colores como yo.
A: Bueno, bueno, cuando corran de mí te lo haré
saber... para que te rías un rato e imagines la escena.

Pasó un tiempo en silencio.
Esos silencios eran muy constantes entre Aldo y Daisy. Después de todo se conocieron por un infortunio y ninguno de los dos, al platicar con el otro, podía evitar el recuerdo de aquella persona que los acercó... de aquella persona que murió.
Daisy por su parte continuaba platicando con los otros cuatro. Algunos de ellos salían de línea pero inmediatamente eran sustituidos por otra persona igual, o incluso peor. Sólo se veía la mueca de satisfacción de la muchacha al ver la ineptitud de sus colegas, de sus conocidos y de algunas personas que sólo la tenían para tener un número más grande.
Ella es de las personas que acepta a todo el que la agregue. Entre muchos humanos había encontrado a un par de interesantes... y nunca se sabía cuándo podría repetirse.

Cuando iba a cerrar la sesión de MSN en el iPod, sólo con un botón, le cruzó una idea por la mente.
Se dirigió velozmente con algunos deslizamientos de falanges a la ventana aún abierta de Aldo y ella. Tecleó lo siguiente.

D: Si tuvieras una pistola, con seis balas...
¿a quiénes matabas?


Temió ser muy impulsiva y asustar a su amigo que estaba en un continente lleno de ojiclaros. A un arripiento forzado llegó y a punto de enviarle las disculpas vió los puntos suspensivos a lado del nombre de Aldo, que indicaba que ya estaba escribiendo.
Borró inmediatamente lo que había escrito y tocó dos veces la pantalla, para que desapareciera el teclado y ver más de la conversación. Con los ojos muy abiertos leyó:

A: ¿Qué clases de preguntas son esas?

Daisy un tanto desilusionada de la respuesta nada explicativa de Aldo, puso la excusa mayormente utilizada:

D: Simple y pura curiosidad...

Insistió un poco:

D: ¿No me piensas contestar?

Tardó un poco la respuesta de Aldo:

A: No lo sé. Seguramente a la dueña de todos
mis males, mis berrinches y mis peores momentos:
Alicia, la niña de la que te paso preguntando
en cómo conquistarla.
D: Va una bala. ¿Qué me dices de las otras cinco?
A: Para ella las seis.
D: ¿Tantos deseos de verla sufrir, o muerta,
mejor dicho?
A: Los suficientes. Dos a sus piernas de infarto,
dos a su corazón, una para el centro de su frente
y la restante a su boca.
Sus piernas por hacerme desearlas tanto,
desear comerlas a besos todos los días, con esas
faldas cortas que usa a diario, mostrando esas
vírgenes extensiones de piel, impávidas.
A su corazón por las marcas que a mí me ha dejado.
Una con las alas de metal que me dio, que hasta
después de emprender vuelo noté su material...
y otra por su frío adiós sin palabras. Sólo muriendo.
Su frente porque siempre me demostró lo inteligente
que era, o lo estúpido que yo fui por ella...
Finalmente su boca... porque con sus 32 dientes
se burló de mí. Porque con su lengua me tentó,
porque con sus mejillas dormí y en sus labios desperté.
D: Es imposible no reír sardónicamente por tu explicación.
Lleno de odio estás...
A: Sólo soy un hombre enamorado y enfermo.
Embriagado.
Y gracias. Yo también te quiero, eh.
D: Jajaja, no hay de qué.

Pasó un momento en silencio.

A: ¿Y tú?
D: ¿Y yo qué?
A: ¿Para quiénes las balas?
D: Mi pregunta no fue para que me la regresaras.
A: Yo sé que no. Y tampoco es por cortesía como
la segunda línea que aparece siempre cuando se
abre una conversación... pero también tengo
curiosidad.

Daisy se quedó pensativa un rato, dándole vueltas a la situación.

A: ¿Estás ahí?
D: Sí, todavía.
A: ¿Entonces?
D: A Kenya, mi mejor amiga.
Después a Samuel, del chico que te he contado que me trae loca.
Papá, mamá y después a mi hermano...
La sexta estaría para mí, y depende de su uso de mi estado mental
hacia la soledad. Si logro vivir en ella, esa bala se haría vieja
dentro del revólver.
A todos de un disparo en la barbilla, hacia arriba, atravesando
todo su encéfalo. Sólo para hacer un tiradero y que quede
todo manchado de sangre y con tejidos del cerebro.

Pasó un momento, y Daisy advirtiendo que Aldo se encontraba escribiendo, decidió decirle rápidamente buenas noches y tocar el botón para desconectarse inmediatamente.
Después de todo, no quería saber qué pensaba de su locura. Ya suficientes opiniones tenía.

3 sentimientos:

Anónimo dijo...

WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOWWWWW...
OK...

RottenMilk dijo...

Interesante Moquito
Hace mucho que no paseaba por tu blog, también lleva un poco de tiempo olvidado, pero confío en que no has dejado de escribir, simplemente no publicas, cierto?

Esperemos que la respuesta sea Sí.
He vuelto porque, por la estúpida escuela, y por ese 93.8 (jeje), me había olvidado completamente de que amo a las letras, y las letras me aman, y me gusta leerte, sólo que no había tenido oportunidad. Ni de leerme a mi misma en realidad.

¿No te gustan los commentarios largos como a mí?

No puedo evitar preguntarme cuándo leerás esto. Ya veremos.

Con respecto a tu escrito, me ha gustado mucho, es simbólico y extraño. Extrañaba leerte.

Me gustó mucho.

Nos vemos en otras letras, en otra tinta.

Bye moquito!!

RottenMilk dijo...

Consideremos esto, un pequeño Spoiler.

¿Sale?