sábado, 24 de abril de 2010

141. Acústico.

[Simple Distracción]

Muchas
-he de enfatizar la cantidad de veces-,
muchas,
muchas
veces
me
he
visto
rodeado
de
vicios.

Algunos buenos,
algunos
moderadamente
dañinos
y
otros
que
me
mataban
un
poco
imaginando
que
caía en el pozo
...

[Llanto de libertad]

martes, 13 de abril de 2010

140. Café

No sé. Últimamente he estado leyendo mucho -a falta de escuela, he terminado los libros que debía terminar desde el mes antepasado- y eso te inspira demasiado, como compartía hace unas noches con Regina.
Esta historia, mientras la formaba, parte de mí la censuraba, y aunque originalmente tiene seis páginas, la resumí a una. Muchas cosas no tenían coherencia ni sentido dentro de la obra, y muchas otras eran detalles insignificantes que resultaban sobrantes.
Se la quiero dedicar a Pepe:
Tu nombre no sólo me sirvió para uno de los personajes.


Café

-Desabróchale la blusa- inquirió Pablo Montenegro, mejor conocido como Plutón, ya que tenía un tamaño compacto, pero era duro tanto física como mentalmente, a José Vázquez, conocido como Pez por su torpeza característica en otros medios ajenos al suyo: los barrios pobres. Diego Pruneda, o mejor expresado con el color Azul, sólo observaba la escena con detenimiento, como esperando una orden particular que prontamente llegó de su minúsculo jefe -las sogas. Pásame las sogas por si se despierta- apenas siseando le dijo.

No entiendo porque nadie me escuchó gritar. No tenía algo reflejante cerca para ver si mi boca había sido cocida, o si mi lengua había sido cortada. Sentía muy bien el escozor en la garganta, muy seca, de las vibraciones de mis cuerdas, a una frecuencia alta. Más que gritos, los sonidos que según hacía, pareciánse más a llantos de niños y niñas hambrientos; sonidos gututales y enfermizos.
¿Dónde estaba?
Siempre he sido poseedora de una memoria increíble, pero hoy, hoy, en esta noche, parecía que fallaba.
¿Qué hora era?
Parecía estar oscuro ya. Quizá tan oscuro como para que fueran las nueve de la noche.

¿Cómo llegué aquí?
Intenté recordar cada paso que di... por lo menos las últimas dos ó tres horas... Mi trabajo terminó a las seis y decidí visitar a una vieja amiga, la cual tiene una pequeña niña, de siete años. Sí... pasé y le pedí a Carolina un café negro, sin azúcar, como me gusta. Desde ese momento no recuerdo nada.

-¡Qué ironía que esta perra sea virgen! ¡Mira cómo chorrea sangre!- alcancé a entender a Pez- ¡Tal parece que su sangre es tan inmunda que ni a ella misma le hubiera gustado tocarla! ¡Tal parece que sólo le gustaba la sangre pura de nuestras hijas!- dijo, y esta última afirmación con coraje, a lo que los otros dos asintieron, acercándose a mi cuerpo mutilado.



jueves, 8 de abril de 2010

139. 08/04/10


08/04/10
Anndrés
eterno es. Anndrés todo lo puede ser. Anndrés ya no está. Anndrés no se fue. Anndrésaparece a veces, Anndrés soñaba mucho. Anndrés, te extrañaré. Hoy nace una estrella, Hoy puede brillar más el sol. Hoy la luna me cuenta más problemas, Hoy nada es un adiós. Falleció un ángel. Falleció un amigo. Falleció un amor. Falleció un ser vivo. Falleció una esperanza. Falleció un sueño. Falleció una vida. Falleció un humano. Falleció un hijo. Falleció un niño especial.

domingo, 4 de abril de 2010

138. Sumisión y Control.

"Una Mezcla Homogénea" iba a titular el texto que, a continuación, les presentaré, pero ese título definiría el estilo del mismo, y no su contexto.
Lo realicé con ayuda de un amigo argentino, he allí la presición de ubicaciones además del léxico que manejan los personajes. Gracias, Maro, por esto ^^
Puede parecerse, en el comienzo, a un cuento de Edgar Allan Poe, sin embargo se cambia radicalmente la descripción que parecería de H.P. Lovecraft... es porque estaba leyendo de estos dos autores mientras componía el texto.
Sin más preámbulos...


Sumisn y Control.

Después de haber sido partícipe de los hechos que a continuación voy a relatar, no me quedará otra opción que borrar mi existencia de esta tranquila localidad de la provincia de Mendoza, en Argentina. Los hechos que voy relatar son simples crónicas de momentos oscuros en mi vida, ninguno de ellos es una mentira, por más descabellados que parezcan, y crea, quien lea esto, que los policías de mi zona no creyeron este relato, por considerarlo estúpido y digno de sumirme en el manicomio del pueblo de hadas, cercano a la capital de la provincia, del cual soy oriundo.
Sucedió que mi finca está a mitad de camino entre hadas y la capital, pero 47 lenguas en perpendicular al camino. Allí puedo producir vid bastante abundante para vender inmediatamente para el consumo y reservar lo mejor para vender a la industria vitivinícola, siendo mi estancia enorme y además productora de gran calidad, muchas bodegas mendocinas compran mi vid. La noche del 21 de enero, después de una cena de negocios con los dueños de una bodega, donde firme un trato muy importante por varias camionadas de uvas blancas y negras, la noche era encantadora, mis ánimos grandes gracias al reciente trato, y la brisa ligeramente cálida me dieron por salir de la casa y caminar por la estancia. Muchísimas hectáreas me separan de los confines de mi tierra. Los peones estaban durmiendo, y los animales que tenemos para consumo interno en los establos y corrales. Las estrellas estaban brillando a más no poder, mis zapatos lustrados se llenaban de polvo mientras divagaba en mi futuro.
Sólo unos grillos interrumpían el silencio y la soledad que sufría, que, convertida en un sortilegio, me hacia estar tan alerta como aletargado.
Mis pasos crujían sobre la tierra seca, viendo una montaña no muy alta, mejor dicho una colina, la cual parecía llamarme. Esta emanaba una luz roja mortecina sobre la estancia desde un sitio en la cumbre, pero era un punto tan pequeño que costaba verlo a menos que se lo buscara. Mis pasos se tornaron hacia la colina. Esta no fue utilizada por mí ya que quedaba fuera de mis tierras, y los dueños nunca la arreglaron para que diera frutos. Como por la colina había animales salvajes que guardaban sus nidos y madrigueras allí, los peones abrieron una brecha en el alambrado para cazar por diversión y a nadie le importó arreglarla.
Muy cerca del alambrado, avisté una figura encorvada y flaca cerca de la brecha, parecía estar agachada sobre algo, o sobre sí misma. Entonces el pánico me invadió y, en vez de correr como hubiera preferido, quede como petrificado ahí. Cuando mis pies al fin reaccionaron empezaron a moverse lento evitando hacer ruido, más la tierra seca y resquebrajada producía un siseo ofidio. La figura se volteó, pero la luz de la luna daba sobre mi cara y no sobre eso, por lo que no pude verla. Eso respiraba ruidosamente, como si su laringe estuviese contraída, como si le costara.
Cuando empezó a moverse toscamente, haciéndome recordar a un orangután, la única reacción fue un grito despavorido. Increíblemente eso tomo por un segundo la agilidad de un gato y en dos zancadas atravesó lo que parecían cinco metros, me tapó la boca con una mano putrefacta y manchada que me dio nauseas por su olor, y me inmovilizó con la otra. Eso era una cosa humanoide, pero toda su humanidad se había perdido en los abismos intemporales. Más allá de la imaginación quedaba para mí qué habría sido la cosa antiguamente.

Por el miedo y las nauseas no atiné a luchar. No hubiera podido de igual manera porque eso tenía una fuerza descabellada. Su aliento olía a carne descompuesta y azufre, cuando me dijo, al fin -no te acerques. Esta es mi zona de caza. No toques mi colina o te buscarán, te encontrarán- mis ojos desorbitados buscaban su cara, saber a que me enfrentaba –ellos están adentro, ellos tienen su prole allí y no quieren intrusos. Les gusta la carne, fresca como la tuya- apretó su mano sobre mis mejillas –sus cavernas no encuentres, no los desafíes. No volveré a salvarte de nada, chico. He vivido lo suficiente para saber como sobrevivir… no te dejaré pasar. Cuando te suelte, da la vuelta y no vuelvas si no es imperioso.- y me miró a los ojos. Era un viejo, pero su piel estaba llena de hongos, con colores pálidos y verde azulados, que daban idea de insalubridad. En apariencia, la lepra y la sarna le habían consumido todo el cuerpo, aunque su vitalidad parecía no menguar. Me soltó, y como indicó yo corrí, corrí hasta que los músculos tenían azufre ardiendo y mis venas ácido lisérgico. Luego corrí hasta la estancia. Me di vuelta mientras empezaba a correr, y lo veía alejarse con movimientos rápidos y vigorosos, y luego no lo vi más.
Cuando entré a mi cama, temblando y empapado en sudor frío, no desperté a nadie, por suerte. Hasta el día siguiente no pude dormir. Pensé que el trabajo podría evitar que pensara, pero seguí obcecado por la experiencia y en fin sólo obtuve un corte que me atravesó la mano de lado a lado, en forma de media luna, al no prestarle atención mientras hacia la siega.
Les dí 100 pesos a un par de peones para que me estudiaran la colina. Uno de ellos era muy culto, mas le gustaba el trabajo manual por lo cual trabajaba para mi no por necesidad, sino por amor al trabajo. A él le encargué me hiciera un pequeño mapa.
Al día siguiente mis nervios estallaban, el mapa que Oscar hizo para mí era perfecto. Incluso marcaba dos grutas, la primera tapiada con piedras enormes de un derrumbe, que parecían haber destruido la que hubiera atrás de eso. La otra estaba en buen estado, apropiadamente apuntalado por alguien (yo sospechaba que por “ellos” como los había llamado el anciano) pero no lo investigaron porque de él partía un hedor nauseabundo insoportable como de carne pútrida… y azufre… en las paredes parecía haber azufre manando, como sudor. Y arcilla, de buena consistencia. Mandé a otros dos peones a que estudiaran la caverna por dentro, esta vez sin mapa, por 300 pesos. No volvieron. Los demás peones pensaron que eran unos desagradecidos y habían escapado con el dinero, pero habían dejado todo lo suyo. En fin, los buscaron por semanas, y no los encontraron. Sólo yo sospechaba la verdad. “Ellos” o lo que fuesen, habían cegado las vidas de ambos. Y yo creí que eso era mi culpa. Y volví por respuestas.
Por la noche, con un machete y un revólver cargado, fui en busca del anciano. No lo encontré en el mismo lugar que hacía dos noches, sino que estaba del otro lado de la colina, dándome la espalda. Hice de tripas corazón y le grité, no sin nerviosismo –vengo por respuestas, no soy tu enemigo- luego vi que esa frase que solté era muy parecida a la que se podría encontrar en una película épica. A pesar de aquello, el viejo se dio vuelta, se sentó tranquilo, y me hizo señas de que me sentara frente a él. En silencio hice lo que solicitó. –¿querés saber, joven?-
-Sí- respondí
–¿Entonces decime, qué esperás saber de mí? Supe que volverías, se te notaba-
-¿Qué o quiénes son ellos?-
-Son… ellos se llaman a sí mismos azjolianos, en honor a su ex rey, y héroe, Azjol Berud. Ellos son grandes como un hombre, y robustos, fuertes. Sus ojos son rojos como la sangre. Sus pies son como los de los gatos, pero sus rodillas se doblan hacia atrás, y andan en dos patas. Sus brazos son como los tuyos, hombre, pero les falta el meñique y sus dedos terminan en pezuñas afiladas como una cuchilla, garras de hueso. El cuerpo es de un hombre con alas como de piel, como las de un murciélago, con espolones poderosos, parecidos a sus garras, mas tienen un cuello muy largo, con una cabeza pequeña, pero que no te engañen, son extremadamente inteligentes. Su nariz está retraída como la de un cerdo, y sus dientes son puntiagudos y cortantes, como los de un tiburón, y respiran el hedor del azufre como si fuese incienso, eso comen como golosina, pero son carnívoros. Su piel es negra, y tienen una cola con aletas a los costados, pues antes fueron de las profundidades, nadadores rápidos, cazadores de la oscuridad, eso también explica que ahora vivan bajo tierra, siempre en las profundidades, lejos de la luz. Creo que en su urbe hay un gran lago, pues nunca quisieron desacostumbrarse a los mares, y que hay una variedad que se desarrolla aún bajo las olas del lago. Claro que, tienen agallas, pero no se donde, porque en su cuello no están. Creo que están es sus patas. Fuera de su cola y sus costumbres acuáticas, son muy parecidos a lo que llamarías una gárgola.-
-¿Qué comen allí en las profundidades?-
-Topos, bichos, animales con madrigueras, y todos los que se aventuran a sus galerías, crían peces, también. Raíces, tubérculos, de vez en cuando, una o dos veces al mes organizan grandes expediciones nocturnas a la superficie, cazan lo que encuentran, pero no les gusta lidiar con humanos, así que se alejan de sus poblados a menos que los ataquen o estén al borde del colapso. Hace mucho no pasa. Además, como son una raza perversa y por cuestiones de su torcida fe, son caníbales.-
-¿Tienen dioses?-
-Adoran a Berud, como a un semidios, porque les permitió salir de las profundidades, y casi acabar con todas las formas de vida que no necesitaban para su subsistencia.
-Entonces, ¿Cómo es posible que lo hayamos olvidado, que no las conozcamos?-
-Joven, los humanos, son una raza nueva, y a pesar que los primeros comenzaron a luchar con los azjolianos, sabrás que ese fue un tiempo hoy olvidado. Nada saben, porque los cuerpos son canibalizados, ni restos dejan a su paso. Y como ya dije, si los conocen, como gárgolas, pero sus leyendas fueron olvidadas hace mucho.
-¿Cómo es posible que sepas tanto? Y, sin ofender, ¿Vos qué sos?-
-Jajajajaja…- su risa me inquietó mucho –yo una vez fui de los primeros de tu raza, pero yo, fui consagrado por mi pueblo. Yo debía ser el guardián. Evitar que ningún idiota tratara de molestar a los azjolianos y que ellos no molestaran a ningún idiota. Así los poderes más oscuros de dioses pasados, que ya casi no se adoran entre los hombres, me concedieron la inmortalidad. Inmortalidad que no invulnerabilidad. Las enfermedades, los dolores, los daños me alcanzan pero no pueden matarme. Y bien me vendría por cuantos me aquejan. Hay más como yo para muchas otras criaturas que vos no conocés, ni imaginas en tus sueños más oscuros y apocalípticos.- a estas alturas hizo una inquietante pausa donde me escudriñó –no sos tan distinto a mi cuando joven… sobre la otra pregunta… yo tuve tratos con azjol berud, evité que nos destruyeran. A los humanos, quiero decir. Y así con sus descendientes. No atacan humanos excepto en tiempos de mucha necesidad o de ataques. Y sólo con mi permiso. Así es como he estado incluso allí abajo.- señaló el suelo de la colina.
-Entiendo…-
-Entonces ahora es mi momento.- sus ojos le brillaron – ¿Qué harás con el saber que te acabo de dar? ¿Acaso los cazarás, niño?
-Se llevaron a dos personas que entraron acá, a la gruta abierta, lo sabes, ¿no?
-Sí. Ellos les tiraron presas del pánico. Un azjoliano recibió un balazo. Los otros los despellejaron y lo llevaron adentro para comerlos. No puedo objetarles nada.-
-¡Vos guardas a la humanidad, no podés dejar que maten a humanos tan fácilmente!-
-Imbécil, si los defiendo, será una guerra campal entre la humanidad y los azjolianos, son dos para salvar millones. Soy como un embajador, lo que yo haga es lo que ellos toman como la respuesta de los humanos.-
Sólo pude mirarlo con reproche, pero no le dije nada, tenía razón. Y yo tampoco era un héroe antiguo, nada podía hacer, nada. Quedé ahí sentado pensando mucho rato. Vi los primeros albores. Le hice una reverencia a modo de broma, que el viejo tomo como tal, y la respondió inclinando la cabeza con una sonrisa torcida que dejó caer parte del pellejo podrido. Recordé algo, y le pregunté: -¿Tenés nombre, anciano?-
-Rok’ Kab me llamaron mis padres, aunque si encuentras un nombre apropiado lo acogeré, como todos los demás-
-Rok’ Kab serás, entonces. Hasta la próxima.-
-Te estaré esperando, niño.-
Llegué a la estancia cuando el sol se había levantado íntegro ya.

viernes, 2 de abril de 2010

137. Carne. Fresca, Pero Cruda.

No creo que nadie entienda el poema... a veces yo me desentiendo totalmente.

Carne.
Fresca,

Pero
Cruda.

En lagunas de belleza
Tendencia de la estupidez
Ojos impúdicos miran
Y grotescas bocas charlan macabros planes.

Mentiras, realidades
Bondad, masacre y tortura
Muerte, amor, condescendencia
Ojos que miran, manos que a lo sumo
Atizan el fuego.

Nos une y nos destruye
Silencio incluso en las mentes
Mientras días terribles se acercan
¿Podrás salvarme… sólo un poco?

Sangre amarilla
Sangre fría
Sangre real
Todas las sangres…
Algunos de los que las desean no son humanos.

Te busca para que nadie
Quiera encontrarte
Viejos dioses, odian
Dándonos “clemencia”.

Dioses que se masturban
A conciencia, en el deseo
Una bestia que nace
Y otras que ya están en camino.

Si el es Dios,
Yo soy su profeta
Algunos aquí son la cabeza de Prometeo
Muchísimos otros son su estómago.