miércoles, 28 de octubre de 2009

108. Libertad Condicional.


Caminaba errabundo por el barrio cercano a su casa. Ya estaba puesta la noche a medias matizando el cielo en tonos rosáceos y algo anaranjados. Cabía remotamente la posibilidad de que una bienaventuranza en todos los sentidos cayera de un árbol, que tuviera la forma de fruto y que sólo con comerlo terminara con una admiración inmensa hacia la vida... pero sólo se escuchaba una jauría de perros carnívoros y sarnosos a lo lejos. Así, con su bibliografía jamás escrita, levemente se fue acostumbrando a la inactividad de su cuerpo, dejando atrás a un mundo de desconocidos próximos siguiendo sus pisadas ya hundidas hacia su destino.


En la circunstancia que me encontraba no me podía dar el lujo de mirar a los seres inferiores con altivez. Ni siquiera me era permitido jerarquizar a mi antojo. Podría ser peligroso, podría afinar los filos de sus pestañas... pero ver felices a los demás sin mis juicios me enfermaba lentamente.



El primogénito de aquella atroz familia de sicarios que su apogeo fue incluso subliminal y su feroz rugido era la más antigua manera de sonreír... esa dónde los caninos aún ensangrentados se mostraban señalando a la nueva helada víctima. No creí que algún analgésico funcionara, pero el huésped que se infiltraba era más tonto de lo que pensaba.
¿Quién era yo para huir de lo que me deparaba mi condición? No era nadie, incluso hoy.


Libertad Condicional.

miércoles, 21 de octubre de 2009

107. Proyección Hacia...

Dream Theater - Forsaken


Proyección
Hacia...

No había terminado de despertar por voluntad propia cuando mi hermano bruscamente me movió de un lado a otro notificando que tenía una llamada...
Te dije que me sentía mal, que quería llorar y de inmediato me respondiste: "No llores" en tono de lástima y preocupación. Acto seguido dijiste: "Voy para allá"
Eras tú, diciéndome casi llorando que ibas a soltarlo todo. Entendí que me querías contigo, porque sé que no lloras sola. Necesitas a alguien que te saque las lágrimas a abrazos.
Sentí que demoraste mucho. Tenía tanto dentro y una barrera invisible que sólo tú quebrantrarías aguardaba impaciente por romperse.
Corrí hasta que me cansé. Recé varias veces porque no estuvieras tan mal como me imaginaba, y porque el cancel que me permitiría entrar a tu casa permaneciera abierto para no tener que llamarte para que me abrieras. Sabía que no tendrías las fuerzas necesarias como para hacerlo.
"¡Es ella!¡Vino a visitarte ella!" gritó mi hermano. Sólo asentí y él bajó para abrirle. Subiste corriendo sin preguntar dónde estaba, me encontraste en la esquina de mi cama, abrazándome y reteniendo tantas lágrimas como me era posible con la cara en las rodillas y me diste una mirada de comprensión, y casi maternal.
Las escaleras me parecieron eternas, perdí el aire al menos 2 veces en el mismo minuto; una cuando casi terminaba de subir casi cayéndome y otra al verte tan sumida en pensamientos macabros con una mueca de dolor en el rostro. Apenas me hinqué y...
Tuve oportunidad de tenerte en frente mío. Te me quedaste viendo a los ojos por no mucho tiempo, no habías dicho ni una sola palabra y ya estaba abrazándote y comenzaba a llorar desde ahí.
No estaba cómoda. Creo que lo sentiste porque después de un tiempo pequeño te separaste parcialmente y me explicabas lo que había sucedido. Para serte franca, no te estaba escuchando. Sólo me perdía en tus ojos llorosos e intentaba averiguar cuál fue la gota que derramó el vaso y por qué. Te alejaste y me abriste paso hacia la computadora que estaba tocando una melodía clásica, pero que fúnebre sonaba en tal cuadro. Ví su nombre, y volví a abrazarte.
¡Pedía a los grandes que no te estrangulara en el acto! Por momentos te apretaba tanto que me dolía y agravaba el llanto, y profería lamentos sin sentido, sílabas incoherentes o sólo sonidos de mis labios que querían decir algo, pero no transmitían comunicación mas una dolencia aguda se podía oír. Por otros sólo me dejaba llevar e intentaba no llorar... traje el papel de baño para secarme y secarte.
Te dejé hablar por un momento, pero me parecía que volvía a escuchar mi historia, pero más intensa y sin remedio alguno. Ví que no querías mirarme. Estabas trazando figuras geométricas con la pelusa que desprendías de tu gruesa cobija que tendía la cama que ya estaba un podo húmeda. Comencé a decirte lo que creía y pensaba y sentía. Me conmovías hasta los órganos más ásperos e insensibles.
-¿Me acompañas por una paleta?-
-Claro, vamos...-
Caminamos en silencio, y empecé a puntualizar lo que extrañaba...
-¿Sabes? Extraño ser feliz... extraño reír, extraño que no me duela nada y que todo sea fácil, y que pueda vivir sin agobios... también extraño no tener sal en el rostro, y que mis lágrimas sean de azúcar. ¿Sabes cuánto tiempo tenía sin reírme tanto?¿Sabes cuánto tiempo tenía sin que me doliera el estómago de tanta risa? Apareció, y me reí como ya no me acordaba. Luego se fue, y me dolió tanto como ya no me acordaba. Parece que desenterró a lo que ya había matado hace tiempo, o al menos que había ocultado muy bien y no había dejado salir. Parece que se llevó mi felicidad y mis sentimientos que extraño, y que me los devolvió mientras los compartía conmigo... pero si no está, no los puedo compartir, así que no son míos, o no en los momentos que ocupo. Extrañaba sonreír y ruborizarme y sentir aquellos cuervos que te carcomen las entrañas, y aunque duela te gusta por cómo lo hacen con delicadeza y en los momentos oportunos de una manera bestial. Me echaba de menos... me echo de menos...
-Es que parecías tan feliz... hoy en la mañana te reías...
-¿Y piensas que sentía esa risa?
-No mucho...
-Si no posara todos los días cuando hablo, cuando me dirijo... si no busco la forma de hacerme lucir en ese momento, si no me viera al espejo tanto tiempo tratando de encontrar lo mejor de mí, y ensayarlo varias veces, ¿cómo crees que no sería fotogénica?
-No...
-Exacto. Si no riera todos los días, si no me obligara a reír, ¿crees que no se me olvidaría cómo hacerlo? De eso vivimos, de seguir haciendo lo mismo para que no se quede atrás...

domingo, 4 de octubre de 2009

106. Habitación 5038

Ésta historia, es taaaaaaaaan reconocible... y la publico ahora porque... por razones personales y ya ¬¬
Tiene el plano del lugar, puesto que resultaría
bastante difícil imaginar la distribución de todos los muebles, siendo que la mayoría pone de inmediato en conjunto la palabra "habitación" o "cuarto" como algo cuadrado...
Click en la imagen para agrandar :D

Gracias ^^
HABITACN 5038

En la semana anterior a reanudar cursos escolares, papá, mamá, mi hermano y yo decidimos tomar unas merecidas vacaciones en familia. El martes salimos muy en la mañana y el domingo regresamos quemados, con pellejos colgando y salvos en la casi noche.
Nuestro destino preparado era Puerto Vallarta, pero para sorpresa mía, fuimos a Nuevo Vallarta, donde la arena está menos piedrosa y el mar más azul. Al final no sólo agradecí eso a mis padres, sino muchas cosas más que sucedieron en el lapso de esa semana, de según descanso, que puedo obviamente rotular con la palabra
totalmente opuesta.

Antes de terminar si quiera las maletas, recibí un mensaje cuando cómodamente estaba chateando con una amiga, a una hora que se suponía ya debería estar dormida, por lo madrugadora que me convertiría en el día siguiente. Sólo fu
e una palabra, 5 letras, y cada una de ellas me pareció enigmática aunque sabía ya la respuesta.
Al leer el conjunto, el número de quién había mandado el sms, las horas, el estilo... solté el celular inmediatamente lo que ocasionó que se despren
diera una parte de atrás que sujetaba la batería, que cayó y encontré probablemente un par de minutos después.
En el transcurso de esos segundos, que sentía cada vez con más pesadez ya que en mi cabeza revoloteaban ideas con duraciones aptas para la palabra concisión, por inherencia, emoción y quizá un poco de miedo; le conté a m
i amiga que estaba en línea lo que había sucedido, cómo me sentía y varios detalles que si no son impropios para mencionar por aquí, lo son para alguna religión.
Ella me ayudó a qué contestarle, tecleaba con dificultad absoluta y bien podrían diagnosticarme un pulso elevadísimo sin acercarse a mí más de dos metros.

Si ya estaba emocionada por el viaje, y bien sabía que lo que más dormiría serían apenas 4 horas, ¿podrán imaginarse ustedes el insomnio por las ansias carcomientes que rondaba aquella noche, si alguien tan importante para mí, tiene semejante prueba de afecto? No. No pueden imaginarlo.
Eso sí, dormí todo el camino como una bebé, con el celular en mano, por cualquier cosa, con los audífonos puestos y el volumen un tanto considerable, para no escuchar todas las quejas que probablemente daría mi hermano acerca del hambre, frío, sueño, la cuestión del baño, etc., a mis papás.

La atención al llegar, la disposición de la gente al servicio, y mil y un detalles más de ese estilo hicieron desde el comienzo nuestra estadía algo totalmente reconfortante.
No nos entregaron la habitación en primer lugar, llegamos allí cerca de las 13:00 hrs. y nos la entregarían hasta las 15:00 hrs., así que nos dedicamos en conocer el hotel, las albercas, el mar... sentir la arena...
No tuvimos hambre en ese momento, así que de inmediato mi hermano y yo nos mojamos los pies con agua salada del mar, que estaba a una temperatura más bien cálida.
No sé cómo ni porqué se fue tan rápido el tiempo, pero de repente mi mamá gritó desde lo lejos: "Ya tenemos que recibir el cuarto." y fuimos.

Siempre me han gustado los pisos altos, y con vista al mar. Nos dieron lugar en el piso 5, de 9.
Subió un botones con nosotros, que era más bien delgaducho así que aún no me explico cómo podía con todas las maletas. Yo, como buena defensora del género femenino, llevaba la maleta más grande, y no me puse varias cosas, ahora que me doy cuenta, pero bueno.
Lobby.
Piso 2.
Piso 3.
Piso 4.
Piso 5.
Corredor a la izquierda, 23 pasos.
Doblar a la derecha.
4 pasos.
Insertar la llave y girar 3/4 a la izquierda.
Empujar.
Aire acondicionado.
Frío.
Cansansio.
Vi la expresión de mi mamá, antes de ir a recorrer todo el cuarto, de completo desasosiego. Le quise preguntar pero lo consideré muy impertinente. Solamente la tomé de la mano y la llevé hasta el balcón, que yo todavía no conocía, pero fue bastante grata la sorpresa, tanto para ella, qué cambió por completo su semblante, como para mí. ¡Se veía todo desde allí!
Tome algunas fotos, del cuarto, de la vista, y de nosotros cuatro amontonados en la enorme cama, como una familia unida y feliz.

Al poco rato le transmití a mi mamá el sueño que traía agobiándome, y me dejó dormir mientras ella y mi papá veían la televisión desde la cama y mi hermano leía un par de revistas en el sofá. Al final todos acabamos durmiendo y despertamos casi simultáneamente a las 16:30.
No teníamos conocimiento previo del hotel y mucho menos de sus horarios, aun cuando la recepcionista nos los había dado a grandes rasgos.
Ya que no veíamos opción alguna de ingresar al restaurante de comida, fuimos directamente al "Sports Bar", un sitio abierto las 24 horas del día, y con los alimentos de ese aguante. No falta mencionar la asquerosidad de aquél lugar. Me parece que el agua que servían también estaba podrida, aunque no lo sé, no la probé, quizá me enfermaba de algo raro por eso. Mi papá si comió, al igual que mi hermano, unas hamburguesas que parecían caminar por si solas y unos nachos en que su salsa era un líquido amarillo y lechoso, líquido, repito. Mi mamá y yo no pudimos meternos a las albercas esa vez, ya que con cualquier movimiento muscular se nos soltaban más jugos gástricos lastimando nuestras víseras, y no nos íbamos a conformar con comida intragable del bar.
Pasó si mucho una hora, pero la vi como una eternidad que cruzaba mi vida a paso de tortuga. Famélica estaba, y devoré como maniaca la cena bastante bien servida en el restaurante del hotel que abría hasta las 18 horas mientras que mi mamá veía con algo de ironía la escena. Jamás me había visto comer, creo yo por la cara maternal que puso segundos después, con tanto entusiasmo. Yo creo que hasta hoy, no he comido tan a plenitud como aquella vez. Fácilmente duramos ahí 2 horas, en lo que esperábamos a los hombres de la familia y con las condiciones que debieron cumplir (no trajes de baño, no mojados, entrar con camiseta...) les entró el apetito y comieron igual de bien que yo. Sólo que a ellos no parecía pesarle todo lo que habían comido, a diferencia mía. No me podía mover por lo satisfecha que estaba... pero tenía que.

Yendo hacia el elevador con algo de pereza y sentándome incluso dentro de el, me encaminé a una segura siesta que parecía asomarse por mis esperanzas y deseos, pero se atravesó de repente una nueva necesidad: probar la tina del cuarto.
Claro que primero me ganó mi hermano, y tuve que cederle el primer uso de la tina por la familia mía, pero oculté los sobres de "gel para baño" y no pudo hacer ni una sola burbuja. Ya era tarde y yo había pedido el último turno.

Después del baño, metí un tazón con fresas, un par de chocolates y el agua hervía en la tina, esperando por mí. También ya había hecho las burbujas con consistencia de algodón de azúcar áspero. La imagen era tenebrosa a oscuras. El agua caliente se veía turbia conforme la capa blanquecina de burbujas se iba dispersando poco a poco. Me dediqué en ese tiempo a sentir el roce entre mis extremidades por el agua, por la espuma...
Cansada y deshidratada, prendí la luz, cosa que me encandiló inmensamente y tendí una toalla en el suelo. Acto seguido, me acosté con restos blancos en mis piernas, abdomen y brazos. Estuve pensando un buen tiempo toda clase de metáforas que pude haberle dado a esa ducha tan significativa y llena de emoción. Le había mandado un mensaje justo antes de entrar a bañarme y tenía el celular cerca, con un tono de timbre alto, por si tenía que contestar algo a toda velocidad.
Estuve recostada por mucho tiempo, y por poco me quedo dormida, si no fuera por el FurElise que empezó a sonar lentamente. No conecté instantáneamente el remitente de la llamada, pues pensé que sería mi papá pidiéndome que durmiérame (él estaba en el bar, mi mamá ya dormía y mi hermano también, aunque en el sofá-cama estaba) pronto, pues ya era la 1:14 de un 12 de agosto. Al ver su nombre... me congelé.
No esperaba que me llamara y no estaba mentalmente preparada para eso.
Dejé sonar el celular cambiándolo a modo de vibrar y de nuevo a sonido. Tomándolo con las dos manos, quemándome, volviéndome loca y quitándome de raíz ese cansancio que padecía al salir del agua.

En ese momento, nada me cabía en la cabeza. Estaba totalmente desnuda y los residuos jabonosos que habían quedado en mi superficie habían desaparecido. Pensé que no podía contestarle sin ropa, así que mientras me vestía, me encremaba, me arreglaba una y otra vez frente al espejo y me hincaba varias ante la puerta para ver el grado de somnolencia de mi mamá a través de la rejilla de la puerta del baño, pensaba un montón de excusas para justificar mi cobardía al no contestarle la primera vez.
Pasaron tan sólo 23 minutos y ya estaba devolviendo la llamada.
Me dejó hablar primero.
Oí su voz...
Casi me desmayo. No creí que su voz fuera tan acorde a su pesona. Tan hombre, tan simpática, tan bonachona, tan apuesta, tan atractiva, tan... tanto lo que necesitaba.