lunes, 1 de febrero de 2010

123. Reprimenda


A las horas en que ningún mortal está de pie, mi hija querida y adorada se dedica al quehacer.
Estoy seguro que en la noche nada durmió, pero justo ahora un lejano rumor se escuchó: unos pasos, eso sí, de pequeña forma y bajo perfil, acompañados de un sin fin de alboroto; tazas al suelo, cubiertos chocando, platos quebrados; y mi niña llorando. Bajé corriendo por las estrechas escaleras, casi tropiezo llegando a la puerta y me encuentro con una escena que me perturbó al comienzo, y no sabía qué realmente hacer: Mi primogénita con la vista vagabundeando lejos de aquí y un poco de sangre diluída en agua de mar en su rostro. Sinceramente aquí no quiero estar, ya muchos intentos he hecho de salvar. Sin embargo, ni el tardío suspiro me detuvo: "¡Hija, desastre tan grande has hecho", pronuncié, fúrico. Con la cara entre manos, la niña débilmente repuso: Me duele. Me duele la boca, los labios con las marcas de las mordeduras suyas. Me duele la lengua de tanto agitarla, incluso los dientes... los ha pulido y al mismo tiempo destruído.

2 sentimientos:

Patricia Ibarra dijo...

Asuu que triste entrada... No sé presiento que........
=(

Sabes que te quiero??

Besos y un abrazo grande grande!!

Soiral dijo...

me gusto mucho mucho!!!

de hecho dire que la narracion cambiante pero con hilo me gusto. me llegue a imaginar las palabras en cuadros representativos