
donde estás sentada,
bajo la tierna sombra
de un árbol -tú lejana-
te refugias, me intrigas
con tu pálida cara,
que algo avejentada
-mirada que traspasa-
directamente al cenit,
refleja la nostalgia.
Tu lengua viperina
me come -desgraciada-
sin piedad. Sólo está
lamiendo todavía
los restos cada día
desgarrando -el alma
mía- con tan ácidos
hilos de mortal saliva
la presente impureza
dejándome en paz y limpia.
Suena el reloj -tic, tac-
y sabes que tarde es ya,
que marcharte con gracia
es lo que harás ahora.
Dame tu suave mano,
no finjas extrañeza
y levántate, linda
vete y huye -tienes prisa-
y no me pidas perdón.
Yo te mando, ve nula
corre así cómo alguna
despavorida criatura.
Afirma el Asimov:
"posible y remota"
y hay mucha diferencia
opinión suya y mía.
-Difiero- ahora, si
pienso en esa idea
me parece torcida
ya que contigo -vida
misma- no hay más sed
que carcome la entraña
más débil y gastada
de aquella ventana
obviamente cerrada.
Cosas que no engaña

ni a la vista humana
como la telaraña
que tejes en mi espalda.