jueves, 12 de noviembre de 2009

111. El Niño Sin Cara.

Quítate ese gorro de sentimientos, quédate con frío...
eso te permitirá escuchar cosas peores...

Quítate esa bufanda de ilusiones, quédate con frío...
eso te permitirá llegar a tu yugular rápido...

Quítate esos guantes de sueños, quédate con frío...
eso te permitirá golpear más fuerte...

Quítate esos zapatos de metas, quédate con frío...
eso te permitirá huir del enemigo...

Quítate ese abrigo de emociones, quédate con frío...
eso te permitirá dormir por largo tiempo...

Quítate la camisa, la blusa, la camiseta y el brassier...
Quítate el pantalón, el short, la falda y el calzón...
Quédate con frío, permanece desnudo...

Quítate los sentimientos, las metas, e ilusiones.
Quítate los sueños y las ilusiones...
Quédate con frío, permanece muerto...

Quítate todo, sólo quédate con tu carita temblando.

Gustavo era aquél pequeño que transformaba todo su alrededor en sonrisas.
Sólo mantenerle la vista era suficiente para que cambiara tu estado de humor en algo positivo.
A pesar de que cualquiera que viera su vida desde un punto de espectador, el que notaría que sus padres siempre fueron miserables con él, Gustavo mantenía su alegría intacta, como guardada en una caja indestructible, que permanecía muy adentro.

No fue hasta el verano pasado, cuando su casa ardió en llamas incesantes, con ganas de destruir. Los bomberos tardaron lo suficiente que, al llegar, sólo observaron las ruinas de la estructura. Ya ningún fuego había por apagar, se consumó al igual que los bienes materiales de la familia Álvarez, y su pequeño hilo familiar. Gustavo cambió desde entonces.

Ya no se le veía sonreír, ni llorar por las noches. Cada vez que hacía contacto humano, fruncía el ceño y comenzaba a ladrar.
¿Su custodia? Muerta como sus progenitores, envueltos en las llamas tanto reales como ficticias.

Muchos maullaban su nombre entre grandes, y lo profanaban, le hacían mala fama. Lo señalaban incluso cuando iba con sus seis pares de patas caminando por el parque, como cualquier otro niño que ladra a las mariposas. Lo mataban cuando fingía sonreír...

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