71. мєтαмσяfσѕιѕ

Inspirado en un suceso real, que creo, no muy difícil de creer.

мєтαмσяfσѕιѕ

Una pequeña orugita visitó mi jardín.
Era bastante suculenta, a decir verdad. Tenía unos colores fuera de serie.
Recuerdo que unos amarillos intensos, unos verdes alucinantes, unos rojos tenebrosamente fluoresentes y un par de puntitos azules resaltantes.

La guardé en un recipiente de vidrio, con hoyitos en la parte superior de la tapa, y bastantes hojas verdes recién cortadas.
Estuvo ahí si bien 2 días y paró de comer.
Sus colores se hicieron opacos, ya no era la de antes...

Cuando pensé que había muerto, la solté en el mismo jardín a una altura alta, sobre una verde hoja...

¡Vaya gusto me dio su renacer!
¡Vaya gusto me otorgó su primer movimiento, de nuevo!

Pero, no quería que huyera de mi; mas no quería matarla por denegarle la cálida luz del día, luz de la mayoría de las tinieblas perpetuas que se alojan en la mente de un ser tan minúsculo como aquella elegante oruga.

Coloqué una malla para mosquitos, que cubría cada uno de los movimientos imaginados por realizar.
Malo era el día que no veía a mi pequeña oruga.

Fue creciendo, volviéndose algo cortante a la vista.
No era bella físicamente, pero en el fondo, tenía la belleza que encontré desde ver sus primeros mordiscones...

Sus colores, aunque un poco más opacos, seguían siendo los colores que despertaron alegría en mi la primera vez.
Las puas, aunque bastante crecidas y venenosas, sólo ocultaban su belleza.
Sus patitas, fueron tomando fuerza, era cada vez más y más fuerte.

Pero un día, todo cambió.

Se colgó de una hoja, parecía una momia y no veía que se moviera.
Me senté a observarla, pero no veía ningún movimiento.

¡Perdió fuerza!
¡Perdió luz!
¡Perdió color!
¡Perdió alegría!
¡Perdió forma!
¡Perdió toda su belleza!

¡Verla colgando no era agradable...!

Pasaron los meses... los años... los lustros... los siglos... los milenios...

Y jamás se transformó en una mariposa.